sábado, 25 de octubre de 2008

Yeah, no, I had nothing better to do

Ok, bueno. Por esas cosas de la vida, estos últimos días me retrasé un poco con la actualización de esto. Les cuento. Mi highlight de la semana pasada fue el recital de los Magnetic Fields. Muy emocionante. No sé, todo. Ahora en retrospectiva trato de recordarlo mejor y no me sale. Pero te ponía literalmente la piel de gallina. Los arreglos, sencillos, pero bellos. Pocos intrumentos. Piano, guitarrita, cello, ukelele y nada mas. Gente muy graciosa eran. Las letras sumamente comprensibles, por suerte. Las chicas cantaban precioso. Eso sí, nunca pude parar de reirme de la parejita gay americana sentada adelante mío que se sensibilizaba al principio de cada canción. Como un reloj, cada vez que empezaba el cello se les disparaba el cariño y empzaban los abrazos mimosos. De antología. Una muy linda aventura por New Jersey, además. Acá encontré en youtube unos videos de mala calidad de la velada. (solo a titulo de documento)



Bueno, eso pasó el jueves. El viernes salí con nahuel a ver unas bandas notablemente aburridas pro brooklyn. Miento, había unos clones de joy division que me gustaban. Ahí conocí otros amiguitos artistas, algunos de ellos, personajes de antología a los que espero volver a ver. Uno, en particular, un bailarín desquiciado que no paraba de performar un solo segundo. Caminaba por la calle generando coreografías atroces con la basura que se encontraba.No lo puedo transmitir bien, pero hablar con el 15 minutos es una experiencia extrema. Eso que a mi la onda payasa no me va, eh. (hace tiempo). Así que hablo en serio. Después, aburridos fuimos a un bar gay a hacer como que tomabamos algo. Después cruzamos la calle a un bar de lesbianas. Confieso que me sentí mucho más cómodo en el bar gay. Menos odiado, diría yo. Los artistas se sorprendieron cuando confesé que yo no lo soy. En fin, no me gusta decepcionar.

El sábado traté por segunda vez de conseguirme un gatito, pero la cosa se complica por culpa de mi roommate peter que insiste estar presente en el momento de la elección gatuna, pero nunca se presta, preso de sus propias aventuras desquiciadas. Medio deprimido, fui salvado otra vez por Nahuel que se porta conmigo como un hada madrina. Me fui a la genial librería strand books, donde hay millones de libros usados y nuevos por precios super razonables y me compré versiones baratads de naked lunch y de on the road (the original scroll, eh). Ah, y una moleskine, je. Y una super guia de la ciudad. Es dificil conseguir mapas de afuera de manhattan, muy necesarios por cierto. Algún día me compro el iphone, que viene con google maps y gps y a la mierda. Ahí me encontré con nahuel y nos fuimos al teatro con una pareja formada por una actriz española super señorita y su novio, un escritor americano con chalequito, camisa, cigarros prolijamente armados, sombrerito. Una pareja perfecta. Con el correr de la velada noté que él era un personaje entraãble, mientras que ella estaba simplemente loca. También nos topamos con un argentino casual, que resultó ser un actor careta que se había gastado 11 lucas verdes en papeleo para estar acá legal. dios mío.de no creer lo que hace la gente. La obra, muy buena, era más bien un work in progress o algo así. Sin escenografía, actores con el libreto en la mano, divertida.Me gustó entender todo. (obra: The April Hour, compañía: LAByrinth theater company) Despues fui al Yaffa Café en saint Marks place, en el lower east side. Bolichín mítico donde morfaban todos, los ramones, debbie harry, queseyo quien. Muy bueno, Y no pagué nada porque el mozo era el bailarín desquiciado del viernes con el cual la mejor onda. Terminamos emborrachandonos en el bar mas tumba que conoci en esta ciudad, en cuya pared estaba escrita bien grande la frase que titula esta entrada.

Hoy me fui con Camilla, la sueca copada, amiga de pato a ver la peli de Charlie Kaufman. "Synecdoche, New York". No puedo decir que era excelente. Era, sobre todo, excesiva. Doblaba la apuesta cada 5 minutos. Todo el tiempo te decía algo como "creias que era esto? no, es mucho mas". Eso sí, el protagonico de Philip Seymour Hoffman se va a la re mierrda. Todo bien con Camilla. Una grosa. Después comimos unos ravioles (que tanto extraño) y unas cervezas. Ahora, me tengo que ir a la cama antes de que se haga mas tarde, que mañana me espera una embolante charla sobre las leyes concernientes a los experimentos en humanos, que es lo que hago yo. Bah, yo soy humano, y soy sujeto de mis experimentos que se yo. Aprenderé que tiene que decir la ley al respecto.

Ah, me olvidaba! Fotos grosa con ale merki en Katz, templo histórico del sandwich de pastrami. Esto es hace 10 días, ponganle. Ahora tengo el pelo mas corto.



Esta otra es una foto mucho mas chota, pero en fin. Acá estamos morfando unas burguers con Peter y Ale en Jackson Hole, una punta grosa a dos cuadras de la universidad que me pasó el gaboneto.

domingo, 19 de octubre de 2008

subbacultcha

Los Duendes - Sucuchito (versión muy libre)

Fuimos al carnódromo y qué culo
Pensé que me la llevaba a la cama
Yo me veía cool
Ella se veía como un buitre erótico
Yo estaba de negro
Ella estaba toda de negro
Estaba todo bien aquí abajo
lo que se le dice aquí
decile como quieras
acá abajo en este sucuchito
Su fina panza blanca
En la vida vi una cosa así
se sacude y me conmueve o algo
la tiene hecha un bombomcito
Yo usaba delineador
Ella usaba delineador
Estaba tan bien aquí abajo
ahorrando para mi cuadernito aquí
bien abajo en este sucuchito
Ahora vivimos en el mar y nos relajamos y le damos al faso
hay falopa en esta goleta panameña
ella camina por la cubierta con un vestidito negro
y yo me visto de negro
y escuchamos el mar
y miramos el cielo de manera poética
como decís
cuando miras el cielo de manera poética
viste, cuando tanteás la luna

Ahora se suponía que yo les ponía el video de la canción subbacultcha de los pixies. Pero encontré otro video que me pareció impagable.



Ok, es cualquiera que no ponga la canción, por más increible que sea el gordo solo. No hay un buen video online con el tema. Este es el mejor de los que circula por ahí, donde al menos se goza con el look early nineties

sábado, 18 de octubre de 2008

Reina de la noche



Esos ojos dicen todo. Si alguna le llega a los talones me la presentan, eh.

Quiero tener algo que hacer

(foto: Luli Zamtlejfer, The Cake Shop, NYC, marzo 2008)

Boludeando en Second Avenue
Comiéndome un pollo vindaloo
Solo quiero estar con vos
Solo quiero tener algo que hacer
Esta noche!
Todo bien
Esta noche
Pará. Ya.
Boludeando solo.
Porque no quiero estar con nadie más.
Solo quiero estar con vos.
Solo quiero tener algo que hacer.
Esta noche.

Como si los ramones me leyeran la mente hoy, y el otro día y el otro día también. Quien diría que lo de Second Avenue iba a ser tan literal.



Video extraido de la peli Rock And Roll High School(1979) (obsérvese que Joey aparece en el auto del principio comiéndose una pata de pollo). Me muero de ganas de verla entera.


sábado, 11 de octubre de 2008

Physics makes us all its bitches: of Montreal

Qué bueno que alguien cada tanto te recuerda por qué uno va cada tres días a un recital esperando algo que no se sabe muy bien que es pero que casi nunca te lo dan y que igual no importa pero que bueno habría sido si. Los culpables del sabor rico que me queda en la boca son los pibes de of Montreal. Hablamos de indie,ok? de indie pop. Ya sé, uno tiende a decir mm, otra vez sopa, etc. Pero creeme, hermano, que estos chicos se divierten. Y la risa, por suerte, es contagiosa.
Fue así. Anoche fui con Nahuel, quizás un nuevo compañero de aventuras del invierno '08/'09, a ver a esta gente a un lugar que se llama Roseland Ballroom. Un bolichín levemente mas grande que niceto, para digamos, 2000 personas, donde tocó Madonna el otro día ante un selecto grupo de locas de alto poder adquisitivo. Llegados ahí, whisky, queseyo, banda soporte, todo bien. (banda soporte: Love is all. Diverpunk con voz femenina, difícil que falle, eran buenos, http://www.myspace.com/loveisall8). Luego, por fin, largaron los chicos estos. Lo de of Montreal es divertirse con el exceso: seis personas tocando, dos baterias, musicos con disfraces pedorros, bailarines con disfraces pedorros, escenografias pedorras (el tipo cantando colgado de una horca?), un caballo en escena, el ruido, los grititos, la psicodelia, la gente saltando, las melodías pop universales sostenidas con una base funk electronica. Nunca había visto al público americano manifestarse tan efusivamente. Todos riendo, cantando. Hermoso. El final fue la cereza perfecta. Un cover de smells like teen spirit que te recordaba que el mejor rock te hace sentir pelotudo, finalmente enganchado con una versión demoledora de Gronlandic Edit, tanto más intensa que la del disco... Hay gente que todavía ofrece su amor de frente.

ps: igual que con Hot Chip el viernes pasado, todo el tiempo tenía la sensación de que iban a subirse cuca o marce a cantar un poco y no me iba a sorprender ni un poco

jueves, 9 de octubre de 2008

This is sparta

Hace ya unos días que no comprobamos que el mundo es una mierda. Nos toca. This is sparta

martes, 7 de octubre de 2008

El castrador oculto


(Hoy, un ensayo de Fabián Casas que, como fan incondicional de Salinger, me afectó por unos días. Este chico pensó en lo que dice. Y escribe con amor. Publicado en Perfil, Cultura, el 29 de junio de 2008. Yo vivía en otro país.)


Ah, las viejas series! Tenían capítulos unitarios que empezaban y terminaban en el mismo día, aunque algunas siguieran su trama a lo largo de toda la temporada. Las veíamos por la noche, con toda mi familia tirada sobre la cama matrimonial de mis viejos. En ese entonces, seguíamos El fugitivo. Me acuerdo del último capítulo, en el que el doctor Richard Kimble consigue atrapar al Hombre Manco que había matado a su esposa. Un capítulo doble con final feliz y catártico. Ahora la cosa se perfeccionó, se volvió rizomática. Por ejemplo Lost. No me imagino que pueda tener un final satisfactorio para sus seguidores –dentro de los cuales me encuentro–, a esta altura del partido y con cuatro temporadas en el buche. No, me parece que los guionistas no van a poder suturar a Lost cuando deban converger las tramas y subtramas que se fueron desperdigando dentro y fuera de la isla. Creo que Benjamin Linus no quiere producir satisfacción. Con la obra inédita de J.D. Salinger va a pasar lo mismo. Cuando finalmente ya no esté entre nosotros y, como suele suceder, le abran la caja fuerte donde, dicen, tiene los originales que ha venido escribiendo desde que dejó de publicar, en 1965, sus lectores devotos van a sufrir una desilusión. ¿Por qué? Porque siguiendo Seymour, una introducción, penúltimo relato publicado de la saga de los Glass, uno se encuentra ya no con un texto de ficción, sino con una hagiografía, un manual para santos, algo parecido a la New Age pero con un ruido pertubador de fondo.

Para Salinger, los personajes se volvieron más reales que los lectores. No se puede juzgar a Seymour Glass, porque es un santo que mora en el cerebro del escritor de Cornish. Salinger ha creado una secta para vencer el miedo a la muerte, al deseo, a la vejez y a la ansiedad de la notoriedad. Sus personajes son los primeros que ha reclutado para ese culto. Le tocó comprender muy joven, como soldado en las playas del día D, que la vida es un infierno sin posibilidad de buen final. Tal cual lo intuye el Sargento X, del extraordinario relato Para Esmé, con amor y sordidez, quien –al igual que su creador–no ha podido terminar la guerra con las facultades intactas.

El vagabundo del Karma. Vivimos en una sociedad vanidosa, donde se ha perdido la posibilidad de estar solo. Ya casi no hay vida privada y todo tiende a suceder en las pantallas. De ahí que una persona como Salinger, que simplemente ha decidido no publicar más lo que escribe y mucho menos dar reportajes, sea catalogada por la prensa mundial como “El recluso”. Parece que quien no quiere salir en los medios, es decir, no entrar en el juego de la visibilidad, es un outsider. Antes un recluso era alguien detenido en una cárcel de máxima seguridad (como el joven Robledo Puch, tan parecido a Rimbaud en su juventud); o un ser que decidía clausurarse en vida para dedicar su alma a Dios, como en el relato El padre Sérgii, de León Tolstoi. Salinger, por lo que se puede saber, sigue haciendo una vida normal. Va de compras al supermercado, va de cuerpo en un baño que tiene pegado a su dormitorio (según afirma Joyce Maynard), mira viejas películas con un proyector (es probable que se haya modernizado y vea DVD) y solía asistir a las graduaciones de sus dos hijos (según afirma Margaret Salinger, su hija). Y una cosa más: todas las mañanas se pone un overol, medita, y después entra a un pequeño cuarto donde escribe las historias de la familia Glass.

No se sabe que le haya mostrado estos textos a alguien. Joyce Maynard, quien vivió con él cuando era casi una niña, escribió en Mi verdad, su autobiografía: “Entramos en casa de Jerry desde el sótano, donde tiene un frigorífico lleno de frutos secos y hortalizas de su huerto. A través de la escalera accedemos directamente a la sala de estar. En ella hay un par de sofás tapizados de terciopelo muy gastado relleno de plumas, butacas, mesas cubiertas de libros y de revistas de homeopatía, catálogos, rollos de películas y periódicos. También hay un televisor, un tocadiscos, montones de cartas y números atrasados del New Yorker. La casa es pequeña: cocina, sala de estar y los dormitorios de Jerry y de sus dos hijos, aparte de una habitación atiborrada de libros y periódicos en la que veo la máquina de escribir de Jerry. Además, si bien no me la muestra (ni me la mostrará tampoco en todos los meses que viviré en la casa) hay una caja de caudales de las dimensiones de otra habitación, donde tiene guardados sus manuscritos inéditos”.

Está bueno lo de la máquina de escribir para alguien que no va a dar a reproducir más sus textos por el mundo. Es como imprimir al instante. David Viñas me dijo una vez que en los libros de algunos escritores se podía sentir el ruido de fondo de la computadora. Salinger, en cambio, le pega a la máquina. Me imagino el ruido de las letras metálicas al golpear sobre la hoja, en la inmensidad del bosque donde vive. Una especie de mensaje en clave morse del Sargento Salinger, ex miembro del servicio de contrainteligencia de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Grandes montañas de cuerpos. Mark David Chapman, el Anticristo del pop, estaba obsesionado con The Catcher in the Rye, sobre todo con una escena que muchos de los que disfrutamos ese libro conocemos de memoria. No es una escena principal, simplemente es una escena puesta en estado de pregunta, con toda la potencia de la poesía. Holden Caufield está dentro de un taxi y empieza a hablar con el conductor, que se llama Horowitz:

—Oiga, Horwitz ¿pasó alguna vez cerca de la laguna del Central Park?
—¿Cerca de dónde?
—De la laguna. Del lago pequeño que hay allí. Donde están los patos ¿No recuerda?
—Sí. ¿Qué tiene?
—Sin duda, habrá visto a los patos que nadan en ella en primavera. ¿No sabe, por casualidad, adónde van en invierno?
—¿Adónde van quiénes?
—Los patos. ¿No lo sabe, por casualidad? Digo: ¿viene alguien con un camión para llevárselos o vuelan ellos… hacia el Sur o algo por el estilo?
Horowitz se dio vuelta en el asiento. Era un tipo impaciente. Sin embargo, no era malo.
—¿Cómo puedo saberlo? ¿Cómo puedo saber una estupidez como ésa?
—Bueno, no se enoje –le dije. Parecía que la cosa no le había gustado.

En los relatos de Salinger anteriores a su conversión al “glasismo”, este tipo de incertidumbre propia de la mente infantil es muy común. Sus héroes parecen estar atrapados en el mundo de los adultos y desde ahí dan pelea, pero no con certezas, sino con extravagancias: como Seymour en Un día perfecto para el pez banana, donde ayuda a la nenita Sybil a entrar en el mar besándole la planta de su pie de una manera sugerente, o el joven perturbado que en otro cuento memorable vaticina que se viene la guerra contra los esquimales.

Muchos de los cuentos anteriores de Salinger –no publicados en libros pero sí en revistas–, que le sirvieron para calentar motores antes de empezar con su obra central, versaban de soldados en su día de franco o soldados que se preparaban para ir a la guerra. Leídos ahora, resultan pedagógicos. Pero ya estaba de fondo la lucha por mantenerse joven y no caer en el mundo mediocre de los adultos. No se suele ubicar a Salinger como un escritor de guerra, pero la guerra fue la que modeló su carácter para siempre. El escritor estuvo en el 12º Regimiento de Infantería de la Cuarta División cuando éste puso su pie en la playa de Utha. Fue una carnicería atroz. Se sabe que, previamente al día D, Salinger estaba terminando varios capítulos de The Catcher…, con la portátil que se había llevado a la trinchera. Y que mientras avanzaban para cercar a los alemanes, como miembro del CCI, se encargaba de interrogar a los prisioneros. Como el Sargento X de Esmé, Salinger terminó con un colapso mental. Muchos años después, en el jardín de su casa de Cornish, su hija Margaret solía ver a su padre extático y poseído: “Un día estaba de pie al lado de mi padre, tendría yo unos siete años, y estuvo durante una eternidad con la mirada perdida puesta sobre las espaldas de los jóvenes albañiles que construían una nueva parte de la casa, iban sin camiseta y el sudor brillaba sobre sus músculos bajo el sol. Cuando volvió a la vida, me dijo: ‘Todos estos chicos, tan fuertes, siempre estaban en las primeras filas, siempre eran los primeros en caer, uno tras otro’, dijo, haciendo un gesto con las manos como si apartase grandes montañas de cuerpos”.

El gurú de la contrainteligencia. Así que en algún momento de la Segunda Guerra Mundial J.D. Salinger perdió la cabeza. Otra vez, como la describe en el relato de Esmé, se podría decir que su mente se bamboleaba como un bulto mal asegurado en el portaequipaje de un tren.
De manera que por un lado tenemos un Salinger joven, emprendedor y entusiasta que empieza a escribir para las revistas satinadas y con la mira puesta en ser publicado en el consagratorio New Yorker. De pronto viene la guerra y con su red metálica le deja la vida partida como una cancha de tenis. A partir de ahí va a ser un soldado, aun cuando hayan pasado muchos años del fin de las hostilidades. Esto lo describe muy bien su hija Margaret –citada varias veces más arriba– en su libro El gardián de los sueños: “La guerra, como algo inacabado, siempre estuvo presente en su cabeza durante los años que viví en casa. Incluso de adolescente, cuando llegaba a casa y empezaba a darme la lata con algo, como hacen los padres con los adolescentes. Le decía: ‘Papá ¡dejá de interrogarme, ya!’. Y él contestaba: ‘No puedo evitarlo, es lo que soy’. No usaba el pasado sino el presente, como si todavía estuviera interrogando a los prisioneros. ‘Es lo que soy.’ Da un poco de miedo”.

Ya no tendría que resultar paradójico que uno de los héroes de la contracultura juvenil, un ícono para muchos de la rebeldía de los jóvenes contra los mayores, sea en el fondo un militar con una clara orientación de derecha. Witold Gombrowicz –el defensor de la juventud y la inmadurez– tampocó comulgó con los muchachos revoltosos del Mayo Francés. Salinger también –siempre según su hija– era poco afecto a los negros, los indios y los hispanos. Una vez que ella sacó un diez en Español, su padre le gritó: “¡Genial, ahora estudiás el idioma de los ignorantes!”. Para el Catcher sólo existián los chinos y los nobles hindúes. Desde que salió de la guerra, J.D. Salinger ha incursionado en muchos cultos: el budismo zen, el hinduismo vedanta, la ciencia cristiana, la dianética de Ron Hubbard, y se entregó a muchas prácticas extravagantes como beber orina, hablar en lenguas desconocidas y sentarse en un acumulador de orgone de Reich. Según Joyce Maynard, comiendo macrobiótica y meditando, pretende vivir hasta los doscientos años. Ahora bien, lo cierto es que, más allá de sus obsesiones personales, este escritor dejó, por lo menos, tres libros notables: los Nueve cuentos, The Catcher in the Rye (traducido como El cazador oculto o El guardián entre el centeno) y Levantad carpinteros la viga del tejado. La mayoría de los personajes de estos relatos son niños extraordinarios, sabios y casi casi la encarnación de la Divinidad. Leyéndolos, uno puede sentir lo que se siente cuando percibimos en una persona inquietante los síntomas futuros de la locura. Aunque están puestos por el autor para luchar contra el mundo adulto, para celebrar la posibilidad de ser for ever young, uno siente que, en realidad, son adultos demasiado rápido. No sé, siempre me desagradaron los niños genios, esos que escriben libros geniales y dicen cosas geniales. Me gustan los chicos normales, los tarados como yo que conocí en mi infancia en la escuela Martina Silva de Gurruchaga.

¿Entonces, por qué fascina Salinger? Sencillamente porque a veces escribe muy bien. El cuento Esmé es una proeza narrativa concretada en pocas páginas. Y tiene un solo truco: en el comienzo, hay un narrador en primera persona. En la segunda parte del relato, se pasa a una tercera sin mucha explicación. Pero de golpe. Como si las frases se mimetizaran con la somnolencia mental que sufre el perturbado Sargento X. Algo pasó en el medio, pero de eso no se habla. Eso que está elidido y que Salinger prefiere no narrar es lo que no se puede nombrar porque el lenguaje no está preparado para transcribir esas cosas. No es la técnica del témpano de Hemingway, es la técnica del fuego del Diablo, el otro gran demiurgo.

Otro cuento clave de Salinger es en el que se narra el suicidio de Seymour, Un día perfecto para el pez banana. El héroe de la familia Glass empieza su representación en la saga tomándose el palo. Se pega un tiro inesperado en el hotel donde está con su esposa pasando las vacaciones. En el comienzo del relato, la esposa y su suegra tienen una conversación telefónica que nos hace presagiar que algo anda mal, pero en la suegra, no en Seymour. Uno tiende a pensar: una vieja conservadora que no entiende a los jóvenes brillantes. Es realmente exquisita la manera en que Salinger relata el cuento. Son como breves escenas de teatro que van dando cuenta de una tragedia. La charla telefónica, Seymour y Sybil en la playa, y Seymour ya de vuelta en el hotel, a un costado de la cama gemela donde duerme su mujer y con una pistola automática Ortigies, calibre 7.65 en la mano para volarse la sien. ¿Pero qué pasó? Se sacude el lector. ¿Estaba loco en serio? ¿Tenía razón la vieja que le limaba la cabeza a la hija pidiéndole que se cuidara de su marido? Con el correr de los libros vamos a tener una respuesta: Seymour Glass, como el Nazareno, se suicidó por nosotros. Porque estaba escrito, pero esta vez por Salinger. Y como Cristo, también, les besó los pies a sus apóstoles, los niños, esta vez encarnados en la pequeña Sybil Carpenter.

En su hermoso libro El nacimiento de la literatura argentina, Carlos Gamerro dice que Salinger dejó de publicar no porque le molestara la crítica adversa, sino porque le molestaba que criticaran a sus personajes. Tiene razón. Bajó la persiana. Pero dice su hija que conserva un archivo donde, con una marca roja, explica que ese texto, en caso de que muera, debe corregirse antes de publicar. Y con una marca azul, que está corregido y listo. Los colores de las dos pastillas que Morfeo le ofrece a Neo.

domingo, 5 de octubre de 2008

Mama, you been on my mind

(esta entrada la puse hace un tiempito en otro blog, pero me dieron ganas de tener todo junto en este lugar. cada vez que leo la letra... Dicho sea de paso, comento que en los últimos días me tocó escuchar la versión de Jack Johnson... Qué se le va a hacer, no todos, por suerte, pueden estar en el mismo lugar)

Una canción preferida. No sé que más decir. Aca, la versión de estudio de Bob Dylan y la de Sonic Youth, que me gusta incluso más. Incluyo la letra.

Bob Dylan
Mama, You Been On My Mind


Perhaps it's the color of the sun cut flat
An' cov'rin' the crossroads I'm standing at,
Or maybe it's the weather or something like that,
But mama, you been on my mind.

I don't mean trouble, please don't put me down or get upset,
I am not pleadin' or sayin', "I can't forget you"
I do not piss the floor bowed down an' bent, but yet,
Mama, you been on my mind.

Even though my eyes are hazy an' my thoughts they might be narrow,
Where you been don't bother me or bring me down in sorrow.
I don't even mind who you'll be wakin' with tomorrow,
Mama, you're just on my mind.

I am not askin' you to say words like "yes" or "no,"
Please understand me, I have no place I'm calling you to go.
I'm just whispering to myself, so I can pretend that I don't know,
Mama, you are on my mind.

When you wake up in the mornin', baby, look inside your mirror.
You know I won't be next to you, you know I won't be near.
I'd just be curious to know if you can see yourself as clear
As someone who has had you on his mind.

Version de Bob
Version de Sonic

sábado, 4 de octubre de 2008

Bolero mata eurodance

Con el acostumbrado cariño de la rutina, me arrastro por los pasillos de youtube en busca de alimento. carne. Y resulta que encuentro un cachito de Tacones Lejanos. Parece que es cualquiera que no la haya visto. Lo digo por esta escena que encontré. Entiendo que se trata de Miguel Bosé?

Luz - Un año de amor



Lo nuestro se acabó y te arrepentiras
De haberle puesto fin a un año de amor.

Si ahora tu te vas pronto descubriras
Que los dias son eternos y vacios sin mi.

Y de noche , y de noche por no sentirte solo,
Recordaras nuestros dias felices,
Recordaras el sabor de mis besos.

Y entenderas en un sólo momento
Que significa un año de amor.
Que significa un año de amor.

Te has parado a pensar lo que sucedera
Todo lo que perdemos y lo que sufriras.

Si ahora tu te vas no recuperaras
los momentos felices que te hice vivir.

Y de noche , y de noche por no sentirte solo,
Recordaras nuestros dias felices,
Recordaras el sabor de mis besos.

Y entenderas en un sólo momento
Que significa un año de amor.
Y entenderas en un sólo momento
Que significa un año de amor.